Los Pueblos Originarios
Canek dijo:
en la fe el espíritu descansa;
en la razón vive;
en el amor goza:
sólo en el dolor adquiere conciencia
Ermilo Abreu Gómez
En enero de 2010, la Organización de las Naciones Unidas, ONU, presentó el informe «La situación de los pueblos indígenas del mundo» . El estudio fue elaborado por siete expertos independientes: Joji Cariño, Naomi Kipuri, Neva Collings, Duane Champagne, Myrna Cunningham, Dalee Sambo Dorough y Mililani Trask y producido por la Secretaria del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas.
De acuerdo con el informe, existen 370 millones de personas que pertenecen a los pueblos indígenas, constituyendo aproximadamente el 5 por ciento de la población mundial, ocupan un 20 por ciento de la superficie terrestre, hablan la mayoría de los alrededor de 7,000 mil idiomas del mundo, representan la mayor diversidad cultural del planeta, y sin embargo, ellas, ellos, forman el 15 por ciento de la población más pobre del mundo y la tercera parte de los 900 millones de personas en estado de indigencia de las zonas rurales.
«cada día, las comunidades indígenas de todo el mundo deben hacer frente a los problemas de violencia y brutalidad, las políticas de asimilación continua, la expropiación de tierras, la marginación, el traslado o el desplazamiento forzoso, la denegación de derechos a la tierra, los efectos del desarrollo en gran escala, los abusos de las fuerzas militares y muchos otros abusos».
Los datos son tan alarmantes en materia de salud, educación, vivienda, derecho a la tierra y a la autodeterminación, entre otros indicadores, que lleva a los investigadores a concluir que los pueblos indígenas están en riesgo de extinción, sufren discriminación, despojo y racismo, señalando que: «Los pueblos indígenas padecen las consecuencias de la injusticia histórica, a saber la colonización, la desposesión de sus tierras, territorios y recursos, la opresión y la discriminación, así como la falta de control de sus propios modos de vida» y agrega que: «los Estados coloniales y modernos, en la búsqueda del crecimiento económico, les han denegado ampliamente su derecho al desarrollo. De resultas de ello, los pueblos indígenas suelen perder ante actores más poderosos y se convierten en los grupos más empobrecidos de sus países.».
Entre los datos, resalta el hecho de que los indígenas tienen una esperanza de vida 20 años inferior a la de las personas no indígenas, niveles desproporcionados de mortalidad infantil y materna, son víctimas de enfermedades cardiovasculares, VIH/SIDA, tuberculosis, malaria, diabetes, entre otras. El desplazamiento de sus tierras y recursos, los conducen a grados de marginación inimaginable, viven en condiciones tan deterioradas que las y los llevan a una desesperación y desesperanza tal, que han subido las tasas de suicidio entre estos pueblos, el informe cita el caso de los hombres y las mujeres inuit de Canadá, donde esa tasa es 11 veces superior al promedio nacional, pero esta situación se refleja también entre indígenas guaraníes, donde el suicidio se presenta incluso en niñas y niños.
El informe asegura que: «cada día, las comunidades indígenas de todo el mundo deben hacer frente a los problemas de violencia y brutalidad, las políticas de asimilación continua, la expropiación de tierras, la marginación, el traslado o el desplazamiento forzoso, la denegación de derechos a la tierra, los efectos del desarrollo en gran escala, los abusos de las fuerzas militares y muchos otros abusos» , en medio de esas condiciones, mueren mujeres y hombres indígenas y con ellos cerca del 90 por ciento de los idiomas, pues señala el informe, dentro de los próximos 100 podrían desaparecer, muriendo con ello la identidad colectiva e individual de esos pueblos.
El despojo que viven los pueblos, incrementa la exclusión y violencia contra las mujeres, su dependencia hacia el hombre, señala el informe que estos «han surtido efectos graves en particular en las mujeres indígenas, quienes, de resultas de ellos, a menudo ven cómo aumenta su volumen de trabajo-deben caminar largas distancias para hallar fuentes alternativas de agua o leña-, dejan de percibir ingresos por sus actividades productivas y quedan en situación de dependencia económica de los hombres» .
No solo eso, el informe señala que una de cada tres mujeres indígenas ha sido violentada sexualmente en algún momento de su vida. Los conflictos bélicos son el marco ideal para que el cuerpo de la mujer se convierta en un botín de guerra, lastimando con ello no sólo a la persona, sino a todo el tejido comunitario.
Las niñas y niños también sufren los estragos: desnutrición, propensión a enfermedades, el trabajo infantil, la intimidación, discriminación étnica, la falta de profesores que hablen su lengua, la discriminación por sexo y la violencia, entre otras condiciones, contribuyen a la deserción escolar, impidiéndoles ejercer y disfrutar del derecho universal a la educación.
Un aspecto más es el hecho de que la educación formal promueve el individualismo y la competencia que se contrapone a la concepción de comunidad de sus padres y antepasados, agrediendo así, una vez más, su identidad comunitaria y personal.
«Cuando los escolares indígenas se ven expuestos solamente a la ideología nacional en detrimento de su ideología nativa, están en peligro de perder parte de su identidad, su conexión con sus padres y antepasados y, en última instancia, de quedar atrapados en tierra de nadie, lo cual los despoja de un importante aspecto de su identidad sin que por ello lleguen a ser totalmente asimilados por la sociedad nacional dominante» , asegura el informe.
Los pueblos originarios de América
Los datos de la pobreza en América desvelan el terrible drama que viven los pueblos originarios del Continente, según el indicador de pobreza en Paraguay es 7.9 veces más pobre una persona indígena que el resto de la población no indígena, le sigue Panamá en donde la diferencia es 5.9 veces, luego México, 3.3 veces y finalmente Guatemala 2.8 veces.
Factores como la calidad de la enseñanza y la discriminación conducen a que los ingresos de las y los trabajadores indígenas promedien la mitad de los ingresos de quien no es indígena, presentándose esa diferencia más marcada en Bolivia.
Más diferencias: un niño o niña no indígena en Perú recibe 2.3 años más de instrucción que un niño o niña indígena, llegando la diferencia a 4 años en Bolivia.
Más del 50 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 19 años no han terminado sus estudios de primaria, ¿el país?: Guatemala.
Los conflictos bélicos han llevado al desplazamiento forzado de miles de personas en Colombia, entre 2.5 y 3.5 millones de personas, etnias completas han abandonado su lugar ancestral de origen huyendo de la extrema pobreza y la violencia, aumentando el número de refugiados en los países vecinos.
Además, los pueblos indígenas padecen el despojo sistemático de sus tierras y recursos, primero son desplazados forzadamente, sin la indemnización adecuada, por proyectos económicos nacionales o extranjeros que se imponen para la explotación de los recursos naturales (mineras, represas, petroleras, etc.), luego, confinados en los «parques nacionales» , empobrecidos y desarraigados, son nuevamente víctimas del saqueo de los recursos, el informe plantea que: «El 90% de la madera que se extrae en la Amazonía peruana se obtiene por medios ilícitos y procede de zonas protegidas que pertenecen a comunidades indígenas o están reservadas para pueblos indígenas que viven en aislamiento voluntario» .
Y cuando estos pueblos, cuando sus mujeres, hombres, niñas, ancianos, niños y ancianas se organizan para defender sus derechos, se les estigmatiza como «delincuentes» , se les encarcela y maltrata física y psicológicamente, sufren torturas, incluso la muerte.
«Las personas indígenas con frecuencia son llevadas bajo arresto debido a que se han tipificado como delito las actividades de protesta social. Una de las deficiencias más graves en la protección de los derechos humanos en los últimos años es la tendencia a utilizar la legislación y el sistema de justicia para castigar y tipificar como delito las actividades de protesta social y las legítimas demandas interpuestas por las organizaciones y los movimientos indígenas en defensa de sus derechos» , asegura el informe.
En México la esperanza de vida entre las personas indígenas y las no indígenas tiene una diferencia de 6 años, en dónde, por supuesto, la inferior corresponde a los aborígenes, esa diferencia es de 10 años en Panamá y llega a los 13 años en Guatemala.
Las niñas y niños indígenas siguen en total desventaja en cuanto a mortalidad infantil se refiere, llegando a ser 70 por ciento superior la sufrida por las y los indígenas en comparación con personas no indígenas. En Venezuela, por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil es de 43.9 por cada 1,000 personas indígenas vivas, mientras que la media nacional es de 19 por cada 1,000.
Además, la desnutrición infantil se duplica cuando se es indígena. El informe señala que en Honduras un aproximado del 95 por ciento de las y los niños indígenas menores de 14 años sufre de desnutrición.
También afirma que: «en el Ecuador, las investigaciones recientes indican que el porcentaje de cáncer entre las comunidades indígenas que viven en las zonas petroleras es treinta veces mayor que la media nacional; el de cáncer de riñones y de piel, quince veces, y el de estómago, cinco veces» .
Los datos presentados, sólo a dolorosas conclusiones nos conducen: los pueblos originarios han sido sistemáticamente marginados, condenados a la exclusión y al desprecio, han sobrevivido rezagados, y lejos de avizorarse posibles avances para su reivindicación histórica, las condiciones de desigualdad que han sufrido por siglos tienden a agudizarse.
Efectivamente, los pueblos originarios están en riesgo de desaparecer, violentados todos sus derechos humanos, sumidos en extrema pobreza, en el analfabetismo y la desnutrición, amenazados por la violencia, despojados por las trasnacionales de la tierra que es la Madre, la Pachamama, la que nos ofrece desde su vientre el alimento y la vida.
Pero en medio de esas condiciones tan adversas, los pueblos indígenas, sus mujeres y hombres, sus niños y ancianas, las niñas y los ancianos, han levantado su voz hasta hacerse escuchar por todos los rincones, han surgido nuevas y creativas formas de resistencia, que desafiando la condena, llevan a la práctica acciones concretas que no sólo les permiten sobrevivir, sino superar la carga de desprecio y reivindicar sus derechos fundamentales a la salud, vivienda digna, educación, autonomía, etc.
Estas formas de resistencia, confrontan a las sociedades y leyes que los condenan a «vivir» como seres humanos de segunda clase, para exigir el pleno reconocimiento y el respeto de una sociedad que por siglos las y los ha excluido y despreciado, y esto, aun a costa de sufrir la más brutal represión.
Es esa voz, la que viene de mero abajo, de las y los más pobres entre los pobres, la que florece en la profundidad del caracol, es su voz sangre y lucha de las mujeres y los hombres que se reproducen y danzan, resisten la sentencia y retoñan sus raíces con los cantos, pariendo un arco iris de esperanza.