viernes, diciembre 8, 2023
Novela

Demonios familiares, Ana María Matute

Novela inacabada. La última de la académica de la lengua Ana María Matute (Barcelona, 1925-2014), una de las mejores plumas de la lengua castellana del siglo XX.

Aunque considerado un texto inacabado, para algunos críticos la historia posee tanta entidad que, al leer la última frase, los lectores pueden imaginar los desenlaces pendientes que la escritora no incluyó.

Reseña y resumen de Demonios Familiares

La novela tiene relación en tono y espacios con Paraísos Inhabitados (2008), aunque ambos textos se pueden leer de forma independiente. En el caso de Demonios Familiares, Ana María Matute nos lleva a la España de su infancia, a 1936.

De lectura ágil y con un bello lenguaje, la historia se desarrolla en un pueblo del centro de la península, que no se nombra pero que está cerca de otro (imaginario) llamado Bayeros. La Guerra Civil está a punto de estallar y Eva, la protagonista de la novela, tiene que volver a casa porque el convento donde estaba como novicia ha sido incendiado.

A pesar de haber estado alejada de su hogar tan sólo un año, debido a su corta edad (17 años), Eva ha sufrido cambios físicos y de personalidad. Ese lapso de tiempo también ha provocado cambios en los que la rodean, sin contar el sombrío horizonte que se aproxima debido a la iniciada Guerra Civil.

En ese contexto, Ana María Matute, a través de la descripción de los personajes, nos va contando una historia aparentemente sin mucha acción, pero que da un giro inesperado cuando Eva encuentra en el bosque cercano a la hacienda familiar a un paracaidista inconsciente al que decide ayudar junto a Yago, el criado de la casa.

El hecho provoca toda una revolución en el interior de Eva y un cambio también en la relación con sus familiares y amigos.

Los personajes principales

Eva, la protagonista de la historia, es una joven no muy devota en sus años estudiantiles pero que, por el ambiente familiar en el que vivía, siendo adolescente, decide postularse a novicia en 1935 en un convento cercano. No obstante, el incendio en el templo provoca que las religiosas lo abandonen y Eva tenga que volver a su casa.

Allí le espera «el Coronel», autoritario y ultraconservador, pero que tras años postrado en una silla de ruedas tras participar en la Guerra de África, parece ablandarse o, más bien, volver a ser el niño miedoso que fue. Desolado por la muerte de «Madre», pasa parte del día en su habitación, de espaldas a la ventana y observando el exterior distorsionado a través de un espejo que tiene delante, convirtiendo la estancia en algo así como una caverna platónica.

Otro personaje muy importante es Magdalena, la criada de la casa, siempre servicial, onmipresente y pendiente de que todo marche bien. Eva la define así:

Ve a través de las paredes, oye a través de la espesura de los bosques, huele la lluvia en el vientre de las nubes… Dios mío, Magdalena lo sabe todo.

Un tercer pilar para que esa casa llena de tristeza se sostenga es Yago, el criado fiel del Coronel, con muchos secretos, silencioso, pero que se va descubriendo como alguien con una personalidad contraria a su apariencia. Hasta llegar a sorprender a la propia Eva.

Dos personajes menores pero importantes para la trama y para describir a Eva son la amiga de esta, «la Jovita de la Farmacia» y Berni, mayor que Eva y su amiga, amante de ésta y que se alista en el bando republicano, aunque Ana María Matute nunca utilice en la novela en ningún momento ese término, como tampoco otros como «nacionales», «bando nacional», «rojos» y otros apelativos políticos de la época.

El final de la novela

Como decíamos al principio, el abrupto final de la novela no supone un trauma a nivel literario. Incluso como postula María Paz Ortuño, discípula y colaboradora de Ana María Matute hasta sus últimos días, tal vez fuera una última figura literaria de la académica:

La última palabra que Mature escribió fue «Mada». Tal vez no pudiera -o no quisiera- escribir más. Puede que tenga el valor de lo que falta del «menos es más», y sea un último guiño que nos ha dejado, una obra sin terminar para que la imaginemos y la inventemos nosotros, para que de la mano de ella hagamos literatura.

Sobre Ana María Matute

Perteneció a la generación de la posguerra española y, aunque utilizó variados estilos literarios y frecuentó distintos géneros, en sus escritos hay un poso realista y también muchos elementos biográficos. Para muchos, es la mejor pluma de su generación.

Su primera publicación data de 1944, un relato titulado El chico de al lado. Desde ese año escribió 16 novelas, 19 relatos cortos y 12 cuentos.

Aunque fue finalista al Premio Nadal en 1947, no fue hasta 1952 cuando obtuvo su primer reconocimiento en forma de Premio Café Gijón por la obra Fiesta al Noroeste. Desde ese año, obtuvo un sinfín de premios y reconocimientos como el Premio Planeta, finalmente el Nadal, el Nacional de Literatura, el Nacional de las Letras Españolas o el Miguel de Cervantes en 2012.

Además, como reconocimiento a su obra, también fue propuesta al Nobel de literatura en 1976 y 20 años más tarde se convirtió en académica de la Real Academia Española, ocupando el asiento «K».

Entre libro y libro, Ana María Matute también daba clases en la universidad y conferencias en el extranjero.

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