La idea de progreso: lo nuevo no siempre es lo mejor

Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia. Ahí están los distintos movimientos de extrema derecha en Europa (Fascismo, Franquismo y Nacional-Socialismo, entre otros). Los tres venían a mejorar unas sociedades agotadas por la izquierda, pero: ¿crearon mejores sociedades? Históricamente no han aportado nada postivivo a la humanidad.

En el otro polo tenemos a los distintos movimientos de izquierda a raíz de la aparición del marxismo. Primero la Revolución Rusa de Lennin, que también prometía una sociedad ideal dejando atrás al zarismo ruso para acabar en un sistema criminal: el estalinismo. Mao Zedong y su “revolución cultural” inspiraron a muchos progresistas occidentales en los años 60 del siglo pasado, pero lo cierto es que la sociedad china se ha convertido en la mayor dictadura de la historia, sin contar con el atropello cometido contra la sociedad tibetana.

Las distintas corrientes del liberalismo tampoco han conseguido sus objetivos: Cromwell, “los niveladores” (Levellers) o John Locke quisieron cumplir con las cuatro revoluciones del Renacimiento y el Modernismo: la religiosa, la política, la económica y la científica, donde el ser humano salía ganando. Hicieron grandes aportes, pero finalmente, especialmente a partir del siglo XIX, la mayor parte de los liberalismos se han concretado en el capitalismo y en el neoliberalismo. Estas doctrinas socioeconómicas, lejos de crear sociedades igualitarias han configurado paradignas donde unos pocos atesoran la mayoría de los recursos mientras el resto de la sociedad intenta sobrevivir con lo que les sobra a los primeros.



Las religiones no escapan a esta lógica. Dentro de las llamadas “religiones del libro”, o con origen en el profeta Abraham, ocurre lo mismo. El cristianismo vino a renovar el caduco judaísmo del siglo I d.C., pero sus corrientes principales acabaron apostando por el sectarismo, el enfrentamiento y la sumisión al poder de turno. Algo parecido pasó con el Islam, que no pudo evitar el uso de la violencia en su expansión ni tampoco, como sus padres judíos y cristianos, legitimar el uso de la fuerza en nombre de Dios.

De nuevo, en el otro polo, la ciencia y la tecnología, protagonistas de muchas revoluciones a lo largo de la historia, no siempre se han sumado al Humanismo. Todo lo contrario: ahí está la industria bélica o la energía nuclear, capaces de crear armas que, por primera vez en la historia, pueden destruir el planeta entero.

El progreso en la historia, desde el punto de vista político, económico y hasta antropológico, no es una línea unidireccional donde lo nuevo siempre es lo mejor. Cada cierto tiempo, los paradigmas se agotan y se abren ventanas para que aparezcan otras formas de organizar la sociedad y comprender al ser humano. Cuando esas propuestas generan bienestar, hay progreso y la humanidad avanza; pero también pueden traer bajo el brazo dictaduras, pobreza y violencia para volver a las sociedades reaccionarias. A veces para hacerlas retroceder siglos.

Opiniones

Jesús Sordo Medina

Programador informático, redactor y director de homohominisacrares.net