Mozi y el moísmo: amor y justicia entre el Cielo y la Tierra
La tradición moista y estudiosos chinos barajan dos fechas para el nacimiento y muerte del pensador chino Mozi o Mo Tzu. Un grupo opina que vivió entre el año 500 y el 420 a.C., y otro entre el 459 y el 382 a.C. Esta información se infiere de los restos de la única obra que ha sobrevivido de este filósoso y que lleva el mismo nombre de su autor: Mozi.
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El libro Mozi y abandono del confucionismo
Este escrito se componía de setenta y un capítulos, de los cuales dieciocho se perdieron. Además, es posible que la totalidad de esta obra fuera escrita por los discípulos de Mozi según las enseñanzas de éste.
Se sabe que Mozi siguió las enseñanzas de Confucio a través de uno de sus discípulos. No obstante, Mozi entendió bien pronto que no iba a encontrar en las enseñanzas confucianas solución a los males sociales de su tiempo. Incluso, en algunos casos, los preceptos confucianos podían ser perjudiciales.
Los principios de los confucianos arruinan todo el mundo de cuatro maneras: 1) Los confucianistas no creen en la existencia de Dios o de los espíritus –con el resultado de que Dios y los espíritus se irritan–. 2) Los confucionistas insisten en los funerales elaborados y en la práctica de tres años de luto a la muerte de unos de los padres, despilfarrando así la riqueza y la energía del pueblo. 3) Los confucionistas insisten en la práctica de la música, con idéntico resultado. (4) Los confucionistas creen en un destino predeterminado, haciendo que el pueblo se vuelva perezoso y se resigne a su destino.
Bajo esta crítica, Mozi decidió crear su propia doctrina para frenar el aumento del desorden social en que China estaba envuelta. Inauguró una escuela que pronto comenzó a conseguir alumnos y seguidores que observaban una vida ascética –como hacía el propio Mozi– para dar ejemplo de austeridad a todos los niveles.
Pilares principales de la doctrina de Mozi
Hay dos elementos importantes en la doctrina de Mozi: el amor y la justicia, ambos vistos desde una perspectiva universal.
En cuanto al amor universal, Mozi propone una deontología del amor:
Si se lograra que todos en el mundo se amaran mutuamente, no habría estados que agredieran a otros estados; las casas o los clanes no se revolverían mutuamente, no habría bandidaje. Entre el rey y sus ministros, entre padres e hijos reinaría la piedad y el amor recíprocos. Así, el mundo gozaría de orden y paz.
Ahora bien, ¿cómo conseguir difundir el amor universal? Como apuntábamos antes, por un lado, haciendo entender a los ciudadanos que es algo que deben hacer, justificando, por otro, que es algo beneficioso para uno mismo y para el próximo.
Del amor universal, entonces, nace la justicia universal, que no es impuesta sino que deviene de la práctica de ese sentimiento. Mozi lo explica así:
En estos tiempos, ¿cuáles son los males mayores del mundo? Son los siguientes: Los grandes estados atacan a los pequeños estados; las grandes familias revuelven las familias más pequeñas; los poderosos roban a los débiles, los más numerosos maltratan a los menos numerosos, los listos y los astutos urden asechanzas contra los simples e ignorantes; los nobles desdeñan a los humildes […] De la mutua división es de donde, ciertamente, nacen los grandes males del mundo. […] La división se debe sustituir por la unión. […] Si la casa ajena la tiene como casa propia suya, ¿cómo, con su casa, va a revolver la casa ajena? Pues considera la ajena como suya propia. […] De la mutua unión nacen, realmente, enormes beneficios para el mundo.
El Cielo y los espíritus
Si hay algo que diferencia al moísmo y confucionismo es el aspecto religioso y espiritual. Mientras Confucio, aun respetando y teniendo en cuenta el concepto sobrenatural y heredado de la tradición (el Cielo), no considera a éste estrictamente necesario para regular la vida humana y se ubica más en una teología negativa: «Si no conocemos la vida, ¿qué vamos a saber de la muerte?» (1), Mozi considera esenciales tanto el Cielo como los espíritus, los cuales van a regir, desde un orden metafísico, los asuntos humanos, lo cual convierte al moísmo, además de en una doctrina moral, en una teología.
Mozi, para justificar la presencia y autoridad de los espíritus en el mundo y fundamentar de paso su espiritualidad, asegura: «Los espíritus de los difuntos nada, por insignificante que sea, dejan de premiar y nada, por grande que sea, queda sin su castigo».
Tanto espíritus como Cielo, observan el comportamiento de los hombres, castigando y premiando a éstos según sus acciones. ¿Pero qué tipo de castigos o premios otorga el cielo a los justos e injustos? Por el relato sobre el emperador Hsüan Wang, de la dinastía Chou (828-781 a.C.) y su ministro Tu Pe (2), la redención de los injustos vendrá de la mano de una especie de doctrina del «ojo por ojo y diente por diente». El emperador Hsüan Wang que ordenó la sentencia de muerte de su inocente ministro Tu pe a los tres años en una cacería, será asesinado por el espíritu de este último atravesado por una flecha. De esto se infiere, que el amor universal de Mozi se diferencia en la concesión del perdón del amor cristiano y por lo tanto de si hay o no hay excepciones en ese amor moísta y ubicuo.
En relación a este punto, hay que hablar de la guerra a la que el libro de Mo zi considera condenable desde el punto de vista moral. Para Mozi, el enfrentamiento no genera ningún beneficio ni material ni humano: todos pierden siempre en una guerra. De hecho, en el siglo II a.C. se formarán unas fuerzas armadas de “pacificación” (algo parecido a las Naciones Unidas) que solo intervienen con la fuerza para parar el enfrentamiento entre varias partes.
El legado de Mozi
Tras la muerte de Mozi, sus discípulos continuaron y categorizaron su doctrina que se dividió en tres principales corrientes: una filosófica, otra ascética y otra política.
Por otro lado, históricamente, a Mozi, por su origen humilde y su defensa de los desfavorecidos, se le ha utilizado en movimientos como el comunismo chino de Mao Tse Tung. Su presencia en la sociedad actual china, aunque pervive, ha dejado paso a otros dos grandes personajes de su historia: Confucio y Lao Tse.
Notas:
• MARIA TERESA ROMÁN, Sabidurías orientales de la antigüedad, Alianza Ensayo, 2004, Madrid. Pp 364.
• MARIA TERESA ROMÁN, Sabidurías orientales de la antigüedad, Alianza Ensayo, 2004, Madrid. Pp 380.
• http://es.wikipedia.org/wiki/Mozi