No era un ser angelical, no era un santo bondadoso, ni beato. Era un hombre redimido por la realidad y redimido por los trabajadores que se convierte en un hombre al servicio del pueblo, con todas sus contradicciones y dificultades, y todo su poso crítico que lo hace un personaje de lo más interesante de este país, pero no por bueno, sino por inteligente.
Miguel Ángel Pascual, vecino y primer presidente de la Asociación de vecinos del Pozo del Tío Raimundo.
El cambrón, la cambronera o «espina santa», arbusto iberoafricano y solanáceo muy común en el mediodía madrileño
A principios del siglo XX existían en Madrid varias zonas en los suburbios del sur a las que llamaron Cambroneras debido a la abundancia del arbusto solanáceo «cambrón». Incluso, siguiendo el curso del río Manzanares en dirección este hacia su desembocadura con el Jarama, al sur de Rivas Vaciamadrid, corría un pequeño arroyo que también se denominaba de las Cambroneras y que arrojaba sus aguas al propio Manzanares. Hoy, sólo nos quedan las ruinas de un pequeño puente que formaba parte del Canal del Manzanares.
Arrabal de las Cambroneras, cerca el actual Estadio del Vicente Calderón.
Un poco más al oeste y antes de que se pusiera el primer ladrillo en el Pozo el Tío Raimundo, a finales del siglo XIX, tanto Benito Pérez Galdós, en su libro Misericordia, como Pío Baroja y Blasco Ibánez, en declaraciones a la prensa, recogieron alguna información sobre arrabales del sur de la capital como Las Injurias, en el actual barrio de Pirámides, o el arrabal de las Cambroneras, cerca de lo que hoy es el Estadio Vicente Calderón. Este núcleo chabolista en concreto tenía fama de ser un lugar muy degradado y fue protagonista en algunas crónicas de periódicos como el ABC, que en 7 de julio de 1903 describía en detalle una jornada en el barrio chabolista de las Cambroneras, definiéndolo como «el lugar más infecto de todo Madrid».
Con el tiempo, la zona del Barrio Imperial (actual barrio de Las Acacias y Pirámides) fue remodelándose y los núcleos chabolistas desaparecieron. En el caso de las Cambroneras, quedó la calle del mismo nombre que en el siglo pasado cambió a la actual Calle de Alejandro Dumas.
Pero antes incluso de esta fecha, en 1861, este mismo arbusto ya le daba nombre a unos terrenos cercanos a Villaverde:
Una tierra de pan llevar, en término de Villaverde, partido de Getafe, su cabida 4 fanegas equivalentes á (medida métrica) al sitio llamado las Cambroneras. Linde á Saliente con el Camino de Madrid, á Mediodía con tierra que fue de los propios y hoy pertenece al Estado, por Poniente con viña de Juan Olías, y por Norte con otra tierra de Doña Marcelina Moreno. ANTONIO BRAVO TUDELA y D. JOSÉ GONZALO DE LAS CASAS. Ley Hipotecaria. Comentarios, formulario y concordancias. Con los códigos extranjeros. Madrid, 1861, pp 428.
Esta finca en concreto, de unos 33,000 metros cuadrados, no correspondía a lo que hoy es el Pozo el Tío Raimundo sino que se encontraba en el lado sur del río Manzanares, cerca de lo que hoy es la Ctra. de Villaverde a Vallecas, a poco menos de un kilómetro del desmantelado barrio chabolista de la Celsa y comienzo del Pozo del Tío Raimundo.
¿Pudo esta finca de las Cambroneras ser la misma de la que hablan los vecinos mayores del Pozo? Es más probable que, como se mencionaba antes, dada la abundancia del arbusto del cambrón por la zona, fuera normal que el nombre de «Finca de las Cambroneras» se utilizara también para denominar estos terrenos.
Nacimiento del Pozo del Tío Raimundo
Vaquería José Cortina, en el Camino Tomateros. Fuente foto: CONSTANCIO DE CASTRO, Estudios geográficos, C.S.I.C, Instituto “Juan Sebastián Elcano”, Madrid, Vol. 22, Nº 84-85, 1961. El nombre del vaquero astur era José Cortina Cortina, hijo de Elías y Manuela y nació el 14 de noviembre de 1903 en la pequeña población asturiana de Agoveda, perteneciente a la Piñera o Parroquia de San Félix dentro del concejo de Tineo. Su esposa fue Mercedes Rodríguez Fernández, nacida en la misma población en 1913.
Las primeras referencias a la creación del barrio el Pozo del Tío Raimundo hablan de un asturiano, José Cortina, quien en 1925 adquirió un terreno para instalarse con su ganado en una zona del sureste madrileño con diversos topónimos: Finca de las Cambroneras, Tomateros o incluso Pozo del Tío Raimundo. Este área de cultivo era atravesado de sur a norte por el Camino de Tomateros, el cual permitía a agricultores y ganaderos provenientes de Villaverde y otras zonas acceder a Madrid a través de lo que hoy es el propio Pozo y Palomeras Bajas, con el Camino de Yeseros como vía principal.
En este espacio solariego, José Cortina adquirió una porción de terreno rústico a la Compañía Madrileña de Urbanización, la cual había comprado una importante cantidad de hectáreas en los suburbios de Madrid para, más adelante, vender parte de los terrenos en el Pozo a los Hermanos Santos y otras organizaciones. Estos últimos, adaptándose a la actitud especuladora de la CMU, venderían porciones de esas tierras a los inmigrantes de Andalucía, la Mancha y Extremadura para que construyeran sus chabolas, siempre sobre suelo rústico y sin hacer constar, en mucho casos, esa venta en el Registro de la Propiedad.
El caso es que el asturiano José Cortina construyó una vivienda que hacía las veces de vaquería con la intención de vender leche en el Puente de Vallecas. Esta actividad la realizó hasta mediados de los años 50. A partir de entonces, el «Señor Pepe», como también le llamaría los vecinos décadas después, continuó vendiendo a los vecinos en su propia vaquería del Pozo. Como vemos en la foto inferior, tomada en los años 70, la vaquería aún existía.
Foto aérea del Pozo en los años 70, donde se puede observar el cambio de un Pozo chabolista al más actual. Se aprecian las primeras promociones de viviendas casi terminadas y la aún ingente cantidad de casas bajas. Según los vecinos, por aquella época, la famosa vaquería de José Cortina aún sobrevivía, como se adivina en la parte superior derecha de la foto. Foto: El Pozo del Tío Raimundo: llamarse Barrio, Ed. Madrid, 1986.
Según la tradición popular, unos años antes, un labrador o propietario de algunas tierras de los alrededores, Raimundo, junto a otros agricultores, organizó la construcción de un abrevadero para animales y campesinos que pasaban por estos terrenos, acontecimiento que sirvió para dar nombre a una nueva barriada madrileña dentro de Entrevías: El Pozo del Tío Raimundo. (1)
Más allá de esa tradición, si hacemos caso de publicaciones en periódicos y revistas, el nacimiento del topónimo «Pozo del Tío Raimundo» es anterior. Así nos los cuenta Vicente Martín Morales en su blog sobre Vallecas. El autor rescata el siguiente documento de 1864:
En este documento se afirma que Manuela Vidales es propietaria de la finca para cultivos 1201, llamada «Pozo del Tío Raimundo» y en Vallecas.
Otro texto que nos lleva a afirmar que el Pozo del Tío Raimundo es mucho más anterior a 1924 es una noticia (2) sobre un altercado ocurrido el 12 de mayo de 1910 (imagen de la derecha) en la que se afirma que el lugar donde se produjo ya se conocía como el Pozo del Tío Raimundo e, incluso, que la zona contaba con un guarda jurado —Vicente Parra— quien cuidaba los terrenos.
Ambos textos nos llevan a sostener que el famoso Tío Raimundo era un hombre del siglo XIX, que el abrevadero -si es que su construcción dio nombre a la zona- también se habilitó mucho antes de 1924 y que el primer vecino de la zona no fue José Cortina, sino el guarda Vicente Parra; sin contar la actividad población anterior.
Andando en el tiempo, alrededor del año 1925, se cuenta que un vecino de Vallecas construyó una taberna en un camino muy cercano al paso a nivel que existía en la línea ferrea Madrid-Zaragoza y que más tarde se convirtió en un túnel al elevarse las vías. Este vallecano sería el segundo habitante del Pozo al que le seguiría un tercero, en este caso de la población de Martos, en Jaén, quien pudiera haber llegado en 1927.
Excepto el de José Cortina, los nombres de los primeros pobladores del Pozo del Tío Raimundo no han trascendido en la tradición popular que posteriormente recogieron los historiadores y demógrafos. Sin embargo, gracias a las hemerotecas digitales, existen unos documentos de la época sobre otro hecho que ocurrió en el Pozo en 1928 que sirve para (posiblemente) identificar a esos posibles primeros vecinos.
La noticia aparece en el número 2797 del año X de la publicación de la Revista Libertad y con fecha 17 de julio de 1928. Como se puede leer en la imagen, la Guardia Civil identificó a «Ángel Álvarez y sus convecinos Francisco y Pablo Valles» como propietarios de dos viviendas (chabolas) en «un lugar llamado Pozo del Tío Raimundo» y una de ellas, la de los hermanos Valles, tenía un corral con conejos. Estamos en 1928 y según Constancio de Castro, en 1927 existían en Tomateros la vaquería de José Cortina, la taberna del vecino vallecano, el abrevadero construido por Raimundo y la casa del emigrante de Martos. Desde ese año 1927, siempre según nos cuenta De Castro, «[…] Ya no habrá más novedades hasta 1940».
En el caso de Ángel Alvarez, otra nota de prensa en el Telegrama del Rif de ese mismo día se refiere a Alvarez como «somatenista», es decir, miembro voluntario de un «somatén» –el de Vallecas–; aquella organización parapolicial creada siglos antes, recuperada por el General Miguel Primo de Rivera y que aglutinaba a vecinos de cada barrio o ciudad de España con la misión de denunciar delitos, perseguir a los delincuentes, colaborar con las fuerzas del orden y «con licencia para matar». Hay que destacar que el somatén de Vallecas, creado algunos años antes de 1928, tenía como madrina a Mercedes Castellanos, prometida del General Primo de Rivera en aquella época.
«Este dato sobre la pertenencia de Ángel Álvarez al «somatén de Vallecas» le convertía, por lo tanto, con toda seguridad, en vecino del barrio, lo que refuerza la idea de que éste, y no los hermanos Valles, fue quien, como nos traslada Constancio de Castro, construyó «una taberna, […] al borde de un sendero, junto al paso a nivel» que cruzaba la línea ferroviaria Madrid-Zaragoza desde Tomateros hasta lo que hoy es Palomeras.
Siguiendo este razonamiento, y como conclusión, si las proposiciones citadas y las fuentes de prensa son rigurosamente ciertas, y si Ángel Álvarez era el dueño de la taberna, eso convertía a Francisco y Pablo Valles en los propietarios de la chabola del «primer emigrante de Martos», quedando un tercer vecino plenamente identificado, José Cortina».
Extracto Historia de Entrevías (I): Preludio al Pozo del Tío Raimundo.
A partir de entonces, y como afirma Constancio de Castro, hasta 1940 no habrá cambios. Será a partir de ese año cuando, de forma lenta pero constante, el número de chabolas vaya aumentando hasta que en los años 1953 y 1954 se produzca una gran explosión demográfica que será frenada de súbito en 1956 cuando el Pozo ya contaba con más de 1.700 chabolas y alrededor de 8.000 habitantes.
La emigración a Madrid
Miguel Ángel Pascual, primer presidente de la Asociación de Vecinos del Pozo desde 1975 a 1986. Fuente foto: Atalanta.
Como en otros barrios periféricos de Madrid, el desarrollo del Pozo del Tío Raimundo tuvo que ver con la emigración que se produjo a las grandes ciudades en la España de los años 50 y 60. Manchegos, extremeños y andaluces llegaron a la zona sureste de Madrid buscando trabajo. Dado que venían casi con lo puesto, los emigrantes —algunos dedicados a la construcción— levantaron «habitaciones» por las noches para evitar la ilegalidad que suponía hacerlo durante el día. Aunque en relación a este tema, según cuenta Miguel Ángel Pascual, destacado vecino del Pozo y primer presidente de la Asociación del Barrio, hay mucho mito y muchas personas compraban los terrenos, rústicos eso sí, para luego construir su vivienda bajo las indicaciones de los que les vendían el terreno (los Hermanos Santos y otros) y la empresa proveedora de los propios materiales (Sociedad de Créditos Santa Lucía), por lo que sobre ese acto de ilegalidad también estaban enterados los propietarios de los terrenos.
Contrato de venta de chabolas en el Pozo por los Hermanos Santos. Fuente foto: El Pozo, Llamarse Barrio, página 25.
En cualquier caso, estas chabolas de barro, ladrillos, madera, chapa y uralita, crecieron como «flores de luna» (3) y, poco a poco, dieron cobijo a una pequeña comunidad de obreros y obreras, lo que desembocó en la creación de un nueva barriada vallecana, con Entrevías al oeste, Palomeras al norte y campo, mucho campo al sur y al este.
Los vecinos levantan cuatro paredes en terreno rústico, en muchos casos de forma comunitaria y con pocos recursos. Fuente foto: El Pozo del Tio Raimundo: llamarse barrio.
Esta forma de desarrollo, dura para sus habitantes, consiguió crear un sentido de comunidad y solidaridad que motivó la transformación de un lugar chabolista en un barrio digno y organizado. También, durante los años 50 y 60, el Pozo del Tío Raimundo se convirtió en sede para el movimiento español de izquierdas perseguido por el régimen de Franco.
La lucha vital de los habitantes del Pozo y sus reivindicaciones de clase tendrían una fuerte influencia en un padre jesuita, miembro de la Falange y defensor del régimen Franco, que se propuso —y le propusieron— evangelizar el barrio. Con el paso de los años, la conversión espiritual fue en parte a la inversa, siendo el Pozo del Tío Raimundo quien realmente ejerció una notable influencia en el Padre Llanos y otros religiosos que le acompañaron en aquella aventura.
La llegada del Padre Llanos al Pozo del Tío Raimundo
La vida y obra del Padre Llanos es, cuanto menos, controvertida. Tras la guerra civil española, en los años más duros, el franquismo se imponía de forma brutal para eliminar cualquier rastro de la España de izquierdas, librepensante o ilustrada. Entre los defensores y guardianes del paradigma nacional-católico se encontraba el Padre Llanos: su pertenencia a Falange Española, su liderazgo en la formación religiosa de los universitarios y su cercanía al dictador así lo atesoraban.
Además del hecho de que el jesuita proviniera de la élite religiosa del régimen, su inicial actitud autoritaria para poner orden en el barrio -según cuentan vecinos del barrio y personas que compartieron vivencias con el Padre Llanos en el Común de Trabajadores- no provocó que los vecinos del Pozo recibieran al jesuíta con «hojas de palmera» cuando el 24 de septiembre de 1955, José María Ruíz Gallardón, padre de Alberto Ruiz Gallardón, trasladó en coche a Llanos a una chabola del Pozo donde se unieron otros 3 seminaristas: Pedro Borrejón, Fernando Elena y Pepe Jiménez de Parga, además de Pepe Bizcareta, un «recogido» como el propio Llanos le llamaba.
A todo esto, como el jesuita recuerda en el libro Disculpad si os he molestado, Llanos, meses antes, tuvo la excéntrica idea de pedir a su amigo, el arquitecto Luis Laorga, la construcción de su chabola en unos terrenos que Don Francisco Moreno, párroco de Vallecas, le cedió. Esta actitud, un tanto aristócrata, aumentó la desconfianza entre los vecinos, quienes vivían en chabolas mucho más precarias.
La izquierda en el Pozo del Tío Raimundo y su influencia sobre Llanos
Horacio González, junto a Llanos. Foto: El Pozo del Tio Raimundo: llamarse barrio, Constancio de Castro.
Hay que considerar que los vecinos y vecinas de los barrios obreros de Madrid componían la clase más baja de la sociedad, y no porque tuvieran menos capacidad de trabajo que las clases altas, sino, en muchos casos, por el hecho de que muchos de ellos habían tenido o seguían teniendo vinculación con la izquierda que perdió la guerra y que ahora se veía sometida por el régimen de Franco.
Trifón Cañamares (1911-2015), natural del Guadalajara. Foto: El Blog de Javier López – CCOO.
Un ejemplo de ello es la presencia en el Pozo, antes de la llegada de Llanos, de antiguos condenados a muerte por el régimen franquista como Trifón Cañamares u Horacio González. Éste último, con el apoyo del jesuíta Llanos, se convirtió en el primer alcalde «simbólico» del Pozo, pero elegido (más o menos) de forma democrática.
No obstante, es razonable pensar que inicialmente muchos vecinos pensaran que un cura falangista y autoritario no era alguien en quien confiar a primera vista. El mismo Padre Llanos recuerda la desconfianza de los vecinos: «Me dolía oír a la gente decir que yo no era como ellos» (4).
Marcelino Camacho (1918-2010), fundador de Comisiones Obreras, tuvo el apoyo de Llanos para organizar reuniones sindicales en el Pozo.
Sin embargo, su estrategia no fue la de enfrentarse a los vecinos o delatar a los grupos de izquierda clandestinos sino la de confiar en ellos, apoyarles y acercar posiciones entre paradigmas vitales tan opuestos. Así, muchos vecinos empezaron a creer que Llanos no era un infiltrado del régimen sino uno de esos «curas obreros» que se acercaban a los barrios a trabajar con los vecinos para mejorar su situación.
En los primeros años de actividad, el Padre Llanos se rodeó de personalidades importantes y otras antiguas amistades de su anterior vida burguesa, especialmente de miembros de la Iglesia Católica. No obstante, la labor de Llanos no fue sólo de apoyo y promoción religiosa, también ayudó y se dejó influenciar por el movimiento vecinal incipiente de los años 60, colaborando en la constitución de las primeras Asociaciones de Vecinos y apoyando a personas como Marcelino Camacho y la creación del sindicato, por aquel entonces clandestino, Comisiones Obreras. De hecho, Llanos tenía el número de afiliación 100 en CC.OO. Estas organizaciones, por otro lado, jugarían un papel fundamental en la consecución de la Democracia en España.
Así, el contacto continuo y la implicación en el desarrollo del barrio del Pozo comenzaron a hacer mella en la moral e ideología del Padre Llanos, pasando de redentor a redimido o al menos, un poco de ambos: «Llanos llegó al Pozo en 1955 para redimir a los trabajadores. Pero fueron los trabajadores los que le redimieron a él», recuerda Miguel Ángel Pascual Molinillo.
Pese a todo, el Padre Llanos nunca dejó de ser el cura del barrio. Su acercamiento a la izquierda comunista fue notable, pero también hay que pensar que gran parte de sus pretensiones iniciales de evangelizar a las gentes del barrio se contaban entre sus objetivos, aunque al final de sus días, el propio religioso confesara su fracaso:
[…] No supe, no. Supe hacer la capilla, hacerles las obras, hacer la guardería, hacer las escuelas, todo eso. Pero eso no era ser cristiano. Era desde la fe, por supuesto —que yo no quise hacer una cosa meramente humana—, pero no supe transmitir esa fe. (Disculpad, si os he molestado, Juan Abarca Escobar).
El Padre Llanos junto a «La Pasionaria» y el alcalde socialista Tierno Galván en el barrio del Pozo. Fuente foto: http://vallecastodocultura.org
En poco tiempo, el religioso se convirtió en uno más de los líderes sociales de la lucha obrera española alejándose cada vez más de las rígidas estructuras franquistas y cimentando su mito. Esta transición, que le llevó a militar en Comisiones Obreras y en el Partido Comunista de España, tenía algo que ver con una nueva corriente mundial dentro del seno de la Iglesia Católica que comenzó con aquello que se dio en llamar «iglesia social», se categorizó en las propuestas del Concilio Vaticano II y provocó un movimiento conocido como la «teología de la liberación», los «diálogos cristo-marxistas», o, en el caso de España, el de los «curas obreros». Aún así, Llanos no equiparó su actividad como escritor y líder vecinal con eso de «ir al tajo» como sí hacían otros religiosos de base.
Ese tipo de apostolado significó una especie de escisión en la Iglesia Católica debido a que un numeroso grupo de religiosos y religiosas se acercaron ideológicamente a las reivindicaciones del mundo obrero y compaginaron su labor como sacerdotes con trabajos en las mismas condiciones que las clases más bajas de aquel entonces. Este diálogo entre el catolicismo español y el comunismo y socialismo encontró una síntesis en la lucha por los desfavorecidos y la búsqueda de justicia donde la izquierda clásica estrechó la mano al cristianismo de base.
[…] si les doy pan a los pobres, me llaman santo; pero si pregunto por qué no tienen nada para comer, me llaman comunista. Don Helder Cámara, Obispo de Brasil, Arzobispo de Olinda y Recife, considerado como uno de los pioneros de la Teología de la liberación.
Así, mientras Llanos se ganaba el respecto y la confianza de las clases obreras y los movimientos de izquierda, perdía ambos de algunos antiguos camaradas falangistas y hermanos de fe. Muchos defensores del Nacional Catolicismo no dieron crédito a la deriva de este jesuita que ahora se mezclaba —y con afán de pertenencia— con aquellos que atacaban a la iglesia e ignoraba a los que siempre le prestaron protección, incluso dando plantón al mismísimo Franco, quien, sin embargo, le defendió siempre. Se cuenta que en un consejo de ministros, cuando uno de los miembros criticó a Llanos por la extravagancia de su apostolado, Franco zanjó el tema con una frase lapidaria: «que nadie diga una palabra más contra el padre Llanos». (Azul y Rojo. José María de Llanos. Pedro Miguel Lamet).
Para comprender la actitud tolerante de Franco hacia Llanos, hay que destacar un breve pero intenso contacto que ambos tuvieron años antes de que el jesuíta se instalara en el Pozo. Como muchos saben, los miembros de la Compañía de Jesús eran y son muy prolíficos a la hora de impartir ejercicios espirituales y el mismísimo Franco y su esposa, de forma regular, solicitaban estos servicios religiosos. En una ocasión, a Llanos se le pidió que acudiera él mismo a impartir ejercicios al dictador y a su mujer, Carmen Polo. Se cuenta que en las conversaciones que mantenían Franco y Llanos —donde sólo hablaba el dictador, según el jesuíta—, el Caudillo llegó a preguntar a su interlocutor por qué había españoles que no le querían cuando él se consideraba un padre para ellos. Llanos le contestó que aunque él los viera como a sus hijos, sus vástagos lo veían como a un general (El camino de la concordia: de la cárcel al parlamento, por Gabriel Elorriaga, pp. 72). En cualquier caso, la impresión que el jesuíta causó en el dictador fue positiva y tal vez aquel encuentro le granjeó a Llanos una mano amiga para permitirle realizar el apostolado que finalmente realizó.
Al hecho de pertenecer a una lista de intocables por el régimen —y por voluntad del mismo Franco—, como apunta Pedro Miguel Lamet, biógrafo de Llanos y Diez Alegría, se une que el jesuíta también se había ganado con autoridad su independencia «porque nadie pisaba el barro como él ni decía misa en invierno enfundado en abrigo y bufanda junto a una estufa de camping-gas». (Azul y Rojo. José María de Llanos. Pedro Miguel Lamet).
Trabajo y asociaciones fundadas por el Padre Llanos en el Pozo del Tío Raimundo
Placa identificativa de Santa María del Pozo Común de Trabajadores.
La obra social del Padre Llanos comenzó en los años 50, cuando el jesuita crea la Fundación Santa María del Pozo, que sería el principal pilar para toda la obra social desarrollada a partir de entonces.
El objetivo principal de esta fundación fue la de promocionar el desarrollo sociocultural en el barrio comenzando por ayudar a los trabajadores que habían llegado al Pozo desde el resto de España. Para llevar a cabo este proyecto se construyó un pequeño espacio sin muchos medios llamado Común de Trabajadores. Este centro sirvió de residencia para los jesuitas y sus colaboradores y desde allí se trabajaba en diversos proyectos sociales. Entre sus funciones principales estaba la de formar a los trabajadores en diversos oficios para optar a trabajos cualificados. Además, los jesuitas hacían las veces de gestores de empleo, recomendando a vecinas para que trabajaran en labores de limpieza en casas de la clase alta madrileña o ayudando a los hombres a emigrar a Alemania.
El padre Llanos en el Común de Trabajadores junto a otros miembros de la asociación. Fuente foto: http://www.sbhac.net
Después de comenzar el proyecto para la capacitación profesional, se iniciaron nuevas actividades para profundizar aún más en la formación de los vecinos, en concreto la de los jóvenes. De esta forma, en 1961 nació la Escuela de Formación Profesional 1º de Mayo que se centró en la formación de los hijos de trabajadores del Pozo, algunos de los cuales también obtenían capacitación en el Común de Trabajadores, convirtiendo el proyecto vecinal en una tarea cada vez más integral.
A los «ciudadanos del mundo», como al Padre Llanos le gustaba definir a los alumnos del 1º de Mayo, se les proporcionó una educación cercana a la escuela laica y progresista, lo que convirtió a este centro formativo en uno de los más innovadores en la España franquista y un acercamiento a un sistema educativo propio del periodo democrático.
En cuanto al programa educativo del centro 1º de Mayo, en un principio, se priorizaron los oficios con más salida laboral, centrándose en la electrónica y mecánica del automóvil. De esta forma los estudiantes tenían altas garantías de encontrar un trabajo cualificado al terminar sus estudios e incluso mientras los cursaban.
Con el tiempo, ya en la décadas de los 80 y 90, se incluyó al programa educativo los estudios de informática y administración, prácticas de laboratorio, cocina y hostelería. La ilusionante acción social y el pragmatismo del programa educativo sirvieron para que muchos jóvenes alcanzaran un nivel de formación superior al de generaciones anteriores.
El actual centro de Educación Secundaria y Formación Profesional 1º de Mayo, se inauguró en 1987 y sustituyó al anterior edificio. Foto: GoogleMaps
En esta foto está mi madre. Se llamaba Margarita Borregón. Fue de las que ayudó a construir el barrio del Pozo. Fue también de las primeras maestras que hubo en el barrio. Trabajó muchos años en el Colegio Santa María del Pozo. Clara Carcaboso Borregón. Fuente: Canal Pozo Facebook.
Para desarrollar todas estas actividades en el Pozo, José María de Llanos contó con la ayuda de muchos universitarios e importantes personalidades en distintos sectores de la sociedad. Hay que recordar que Llanos, a través del SUT (Servicio Universitario de Trabajo), había dirigido desde mediados de los años cuarenta a muchos estudiantes en la vocación de lo que podríamos llamar hoy «trabajo social».
Además de ejercicios espirituales a través de la Congregación Mariana Universitaria de los Jesuitas entre 1940 y 1955, Llanos y otros se iban a coordinar campamentos de trabajo en distintas partes de España y a lugares como minas o el campo, cuando no, a visitar zonas rurales para alfabetizar a los campesinos. También, los miembros del SUT visitaban los barrios de la periferia de Madrid para ayudar a los obreros a encontrar trabajo o formándoles profesionalmente. Para realizar todo esto, Llanos y los demás responsables del SUT contaron con la ayuda de muchos universitarios que colaboraban los fines de semana o incluso a diario.
Francisca Sauquillo. Foto: Wikipedia.
Es esta la razón por la que al Pozo del Tío Raimundo fueron a trabajar de forma puntual o permanente universitarios como Francisca Sauquillo, hermana de Francisco Javier Sauquillo, asesinado por grupos de extrema derecha el 24 de enero de 1977 en la «Matanza de Atocha».
Una vez licenciados, algunos estudiantes como Sauquillo se desarrollaron profesionalmente ayudando a la gente del Pozo. Su marido, Jacobo Echeverría-Torres, abogado nacido en San Sebastián, durante algunos años —más o menos hasta 1992— fue profesor en el centro de estudios de Formación Profesional 1º de Mayo.
En el caso de Sauquillo, hablamos de una persona vinculada al cristianismo de base que, tras su llegada al Pozo en 1965, se afilió, de forma clandestina, a movimientos de izquierda para mejorar, a nivel local, la vida de los habitantes del Pozo y Vallecas en general. Fue fundadora de la Asociación de Vecinos de Palomeras Bajas, el barrio justo al otro lado del Pozo, cruzando la vía férrea Madrid-Barcelona. Su experiencia en el mundo del asociacionismo la llevó a participar en otras asociaciones de vecinos y la creación de OREVASA (Organización para la remodelación de toda la zona de chabolas de Vallecas) lo que desembocó en la aparición del barrio «Nuevas Palomeras». Además de otras ocupaciones en el campo jurídico y político, en relación al Pozo, hoy es la presidenta de la organización Movimiento por la Paz, que cuenta con una de sus sedes en la Calle Martos 15, en el Pozo del Tío Raimundo.
Alfonso Carlos Comín, casi 30 años más joven que Llanos, ejerció una importante influencia en el jesuíta, tanto a nivel personal como en su acción social. Comín fue promotor del cristomarxismo en Barcelona tras un corto periodo colaborando en el Pozo del Tío Raimundo.
Foto: Wikipedia
Otro voluntario en el Pozo del Tío Raimundo fue Javier Solana, quien a finales de los años cincuenta y en los años sesenta colaboró en el barrio de diversas formas: ayudando a levantar casas junto a los vecinos y como profesor por las tardes en la escuela de Formación Profesional.
Solana, en varias entrevistas, ha mostrado siempre su gran aprecio por José María de Llanos y recordado el mal trago que tuvo que pasar cuando su hermano, Luis Solana, prestando el servicio militar como universitario en las milicias universitarias fue detenido por pertenecer a la Agrupación Universitaria Socialista y llevado a un Consejo de Guerra en 1959 que le condenó inicialmente a tres años de cárcel. La declaración y apoyo de Llanos influyó en que la pena se redujera a repetir el servicio militar y ser degradado del rango de alférez.
Otra, en este caso voluntaria, fue la escritora y antropóloga Esperanza Molina, quien vivió en el barrio del Pozo durante más de ocho años en su propia chabola y colaboró en la formación académica de los más jóvenes.
Como ella confesó en un programa de televisión, se marchó al Pozo por amor y acabó trabajando allí durante casi una década. Su gran aporte, además de su trabajo, fueron sus textos etnográficos sobre el barrio, destacándose el libro Los otros madrileños, donde se describe, en detalle, el día a día de los vecinos. Sin duda, un gran mural sobre los usos y costumbres de los habitantes del Pozo y sus avatares vitales, imprescindible para conocer el aspecto humano que había —y que aún hay en otros lugares— tras el concepto del chabolismo.
Foto: Wikipedia.
José María Álvarez del Manzano, alcalde de Madrid durante tres legislaturas, como él mismo confiesa, conoció en el Pozo la aplicación práctica del Evangelio.
Muchos futuros escritores, políticos, científicos y todo tipo estudiantes o recién licenciados pasaron por el Pozo del Tío Raimundo. Unos para conocer un ejemplo práctico del Evangelio y otros para apoyar a las clases más bajas de la sociedad desde una conciencia obrera en un entorno de cierta liberalidad ideológica. Cada cual aportó en su campo: Constancio de Castro realizó el censo poblacional del barrio y fundamentó de paso el resto de publicaciones de carácter demográfico que se han escrito desde entonces; Solana, docencia para formar a profesionales; Sauquillo, apoyo jurídico, y otros muchos como Álvarez del Manzano, aunque acabara en la élite política madrileña, para cavar zanjas y poner ladrillos. Así, hasta constituir un gran «ejército» de voluntarios (algunos «sutistas» o miembros del SUT) que trabajaron para disminuir muchas de las necesidades de los habitantes del Pozo, quienes pese a su gran aporte y su propio esfuerzo por salir adelante, necesitaban todo el apoyo que otros, desde fuera, pudieran prestarles.
¿Qué recibieron a cambio aquellos voluntarios? Gracias al constante contacto con la realidad social del Pozo —donde las izquierdas, aunque silentes, seguían existiendo—, provocó en muchos un viaje ideológico desde la clásica derecha católica española a una izquierda aferrada a la tierra y al pueblo. A base de trabajar duro en condiciones de dificultad e injusticia y de acostumbrarse a reivindicar derechos para salvar esas dificultades, muchos cambiaron radicalmente sus posiciones políticas. El caso más sonado, obviamente, fue el del propio padre Llanos.
El Padre Llanos junto a la «La Pasionaria». Fuente foto. Pedro Miguel Lamet, en su libro «Azul y Rojo. José María de Llanos», publica unos documentos donde asegura que la militante comunista Dolores Ibárruri, finalmente, volvió al catolicismo de la mano de Llanos.
El Padre Llanos: un hombre contradictorio
El 28 de mayo de 1977 fue un día muy importante para el recién legalizado Partido Comunista de España. Fue un día especial también para el Padre Llanos. Y, sin duda alguna, fue un día lleno de sobresaltos para la jerarquía de la Iglesia Católica y la propia Compañía de Jesús.
Ese día de mayo de 1977 muchos, aunque ya sabían de la inclinación izquierdista de Llanos, se echaron las manos a la cabeza al ver a un jesuita, ex-miembro de la Falange, confesor de Franco y de clase burguesa alzar el puño en un mitín del Partido Comunista de España.
Para muchos, la aparición del Padre Llanos en un mitín del PCE fue sólo un gesto para conseguir aún mayor aceptación dentro del sector de la izquierda y de la clase obrera con la que había estado trabajando las dos últimas décadas. El teólogo Diez Alegría (1911-2010), colaborador de Llanos entre 1973 y 1985 y también jesuita, lo entendió así:
José María Diez Alegría.
La foto famosa fue un impulso. No éramos antimarxistas, pero tampoco marxistas. Nos tomábamos en serio el marxismo. La crítica que hace Marx al capital es válida, pero nada más. Y si Llanos se hizo el carné del PC fue para convencer a la vecindad de que realmente estaba encarnado con ellos. Pero también rezaba el rosario todos los días por las calles. (5)
Sin duda, este gesto y su pertenencia a Comisiones Obreras y al Partido Comunista fueros cosas que se le criticaron mucho a Llanos durante su vida. Rodríguez Ponce, que trabajó a su lado durante 20 años, resumía las razones del comportamiento aparentemente contradictorio del Padre Llanos de la siguiente manera:
Lo que pasa es que lo deslumbraba un proyecto universal de justicia, donde desapareciera la pobreza, la mentira, la corrupción y la explotación del hombre por el hombre… Llanos podía sorprender con los comportamientos más inesperados, pero el precio que pagó por esa foto fue realmente elevado. (6)
Muchos otros comentarios se han vertido durante décadas sobre el Padre Llanos y hay unanimidad en reconocer que el jesuíta tenía un carácter fuerte y podía ser difícil en la relación cercana. Diez Alegría, a propósito del temperamento de Llanos, decía que su compañero era la «vesícula biliar del Cuerpo Místico». Otros, al tiempo que alabaron el apostolado del jesuíta, le criticaron también por las bofetadas que dio a más de un vecino. Para unos, Llanos fue un «santo», para otros «charlie», y para otros, simplemente «el cura».
Sin embargo, las declaraciones más significativas en cuanto a su persona las ofrece el propio Llanos y son recogidas en el documental del cineasta vallecano Juan Vicente Córdoba, Flores de Luna:
[…] al principio fuimos [los jesuitas de la compañía de Jesús] en plan de ser unos vecinos a trabajar como todo el mundo y acabamos siendo unos pequeños alcaldes engraciados todos. El cura era allí el manda más; el que se había quejado [hablando de si mismo] del mando de los curas de Madrid y por eso harto de la burguesía de Madrid se había ido al Pozo. El Pozo acudió al cura que era el que tenia poderes en Madrid y yo hacia de puente: sacada dinero de Madrid para traerlo al Pozo. Y entonces jugábamos al poder y se hizo uno poderoso y mito, de lo cual me he tenido que arrepentir, y mucho. Entre los de Madrid que se empeñaban que uno era el cura bienhechor que había ido a hacer obras de caridad para esos pobrecitos y en parte también, aunque no lo decían, a domar a esos peligrosos rojos que venían a las barriadas, y entre los del Pozo que veían en el cura su salida para poder trabajar y para poder vivir, pues hicieron de este desgraciao un mito.
El Padre Llanos recibe un premio por su labor de manos del alcalde del CDS Rodríguez Sahagún.
El Padre Llanos no fue el único religioso en España que abandonó una posición acomodada para hundir sus pies en el barro. Pero tal vez sí fue el más mediático debido a una capacidad de liderazgo y de influencia superior a la de otros. Virtud que supo utilizar para conseguir recursos para el Pozo del Tío Raimundo. Esto llevó incluso a algunos, tras la muerte del jesuíta, a pedir su beatificación. Mientras que otros, aún alabando su aporte al barrio, le recuerdan como un viejo cascarrabias del antiguo régimen que andaba perdido y hastiado de su clase burguesa y encontró en la barriada del Pozo la forma de redimirse.
Tal vez la síntesis entre todas estas visiones sobre el particular religioso se encuentre en el juicio a su obra. Todo lo llevado a cabo por el Padre Llanos podría compensar su autoritario carácter y sus posibles conflictos metafísicos, ideológicos y morales. En cualquier caso, en su último texto, Llanos dejó dicho: «Disculpad, si os he molestado».
El 10 de febrero de 1992 fallecía el jesuita José María de Llanos. Tras su muerte, Francisco Umbral escribió de él:
A los picados les daba Nescafé con galletas María, de comunión, y a sus amigos nos daba conversación y nos echaba música de Vivaldi. Era el hombre mas bueno que uno haya conocido jamás. Lucía un reloj de pulsera que le trajo La Pasionaria de Moscú, un reloj verde como una rana y pesado como un tanque en la muñeca. A mi nunca me hizo proselitismo, no quería convertir a nadie. Andaba mucho, como todos los viejos que no pueden andar. Íbamos a dar vueltas por la Plaza Mayor, buscando él ese solecillo que es ya el ciclo municipal de los viejos. Es el único santo con boina de todo el santoral y por eso no subirá al cielo. (7)
El Pozo al día de hoy
Al día de hoy, siete décadas después de iniciar los primeros trabajos en el Pozo del Tío Raimundo (y Entrevías), la obra llevada cabo por el jesuita, universitarios, políticos y vecinos del barrio sigue contando con grandes retos.
Uno de ellos y como un elemento nuevo para el desarrollo barrial de las últimas dos décadas, es la inmigración. En los últimos años ya no son habitantes jienenses de Martos y otras poblaciones andaluzas, extremeñas y manchegas los que año tras año llegan al barrio, sino marroquíes, latinos y personas de otros países que buscan un futuro mejor en nuestro país.
En este sentido y siguiendo las aspiraciones iniciales del proyecto, la Fundación del Padre Llanos sigue contando con el Centro de Formacion 1º de Mayo, en la calle Los Barros y la Escuela de Hostelería de Sur en la calle Martos, donde se desarrollan los trabajos de apoyo a inmigrantes y concienciación social para los vecinos sobre el tema de la inmigración.
Nueva escuela de formación de cocina y hostelería, en la Calle Martos, donde se encontraba la antigua escuela de F.P. 1º de Mayo.
Una parte del barrio del Pozo-Entrevías donde las casas y la vida social de barrio recuerda mucho a los pueblos.
Por último, la Fundación Padre Llanos cuenta con una subvención del Ayuntamiento y el Ministerio de Igualdad (aprobada en julio de 2008) para la ayuda y atención a mujeres sin recursos y víctimas de maltrato y que está destinada a la construcción —que ya se está produciendo— de un centro de acogida, formación y gestión de empleo en los terrenos de la propia fundación en la calle Martos junto a la Escuela de Cocina y hostelería, y la sede del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad, presidida por la Francisca Sauquillo.
Libros de interés para ampliar información sobre el Padre Llanos y el Pozo del Tío Raimundo
Notas
(1) CONSTANCIO DE CASTRO, Estudios geográficos, C.S.I.C, Instituto Juan Sebastián Elcano, Madrid, Vol. 22, Nº 84-85, 1961, págs. 501-526.
(3) Flores de Luna, así llamaban los vecinos a las pequeñas viviendas que «crecían»» por las noches en el Pozo del Tío Raimundo. Flores de Luna, que también dio título al documental del cineasta Juan Vicente Córdoba, vecino del barrio vallecano de Entrevías
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Cookies estrictamente necesarias
Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.
Si desactivas esta cookie no podremos guardar tus preferencias. Esto significa que cada vez que visites esta web tendrás que activar o desactivar las cookies de nuevo.