El genocidio
Relato del genocidio a partir del 6 de abril de 1994.
Con la información disponible, testimonios e imágenes que se poseen acerca del genocidio de Ruanda, hay que aclarar que éste no fue exactamente un genocidio de hutus por un lado contra tutsis por otro, sino que una falange radical y mayoritaria de la etnia hutu fue la que preparó el aniquilamiento masivo tanto de tutsis como también de hutus moderados u opositores al régimen de Habyarimana y cercanos al FPR. Por lo tanto, el genocidio no fue solo de carácter étnico sino también político. Tampoco debemos olvidar que entre las víctimas hubo miles de ciudadanos de la etnia hutu muertos a manos del FPR. Diversos testimonios nos aclaran que también los militares del Frente Patriótico Ruandés cometieron asesinatos masivos. Pese a todo, está claro que los tutsis fueron masacrados: se eliminó al 75% de la etnia durante el genocidio.
El asesinato de Juvenal Habyarimana, coinciden todos los analistas, fue el factor definitivo que llevó al país a tan grave situación. Así lo atestigua el relator especial de la ONU encargado de la investigación sobre las matanzas de 1994, René Degni Segui:
La muerte del presidente Habyarimana será la chispa que encenderá la pólvora desencadenando así las matanzas de civiles. (1)
Las reacciones del ejército ruandés y milicias paramilitares de radicales hutus ante el asesinato de Habyarimana han sido interpretadas de diversa forma. Algunos piensan que tanto gobierno como población fueron tomados por sorpresa en la ofensiva que desencadenó el FPR y que la ejecución del genocidio, que comenzó la noche del 6 de abril, fue espontánea a raíz del asesinato; otros, y esta versión es la que cobra mayor peso, opinan que ya desde hacia un tiempo, concretamente desde la firma de los Acuerdos de Arusha, tanto el régimen militar de Habyarimana como las milicias radicales hutus venían preparando la llamada «opción cero»: la eliminación de la etnia tutsi y de hutus moderados. Para ello, y con el conocimiento del Ministerio de Defensa y bajo el mando de líderes radicales hutus, se fortalecieron los grupos de autodefensa popular con el objetivo de preparar las matanzas de abril, mayo y junio de 1994: los interahamwe. Estas milicias habrían sido entrenadas por el ejército y estaban provistas de armamento ligero y machetes. Además, contaban con la ayuda de la Radio Televisión de las Mil Colinas, la cual, diariamente, difundía en kinyarwanda (lengua compartida por los ruandeses) consignas que animaban a cometer los asesinatos.
El testimonio del General Dallaire, Comandante en Jefe de las fuerzas enviadas por la ONU, es muy esclarecedor en este sentido. En una entrevista sobre su libro J'ai serré la main du diable ('Yo estreché la mano del diablo') nos ofrece sus impresiones de cómo se preparó el genocidio:
[...] Mientras yo trataba de evaluar la situación junto a ellos (políticos ruandeses), éstos me estaban tomando la medida. Resulta que los partidarios de la línea dura, dentro de los hutus, entre los que había gente del Gobierno provisional y del ejército, habían comprendido muy bien que occidente estaba obsesionado por Yugoslavia y por la reducción de sus fuerzas militares en misiones internacionales; que no querían implicarse en el centro de África. Puede que los extremistas nos tomaran, a mí incluido, por unos imbéciles. Yo podía suponer que Occidente no quería consagrar muchos recursos para asegurarse un papel de policía planetario, pero ellos tenían la certeza de que era así. Nos conocían mejor que nosotros a ellos. Cuando prendieron a diez soldados belgas, acusándoles falsamente de haber derribado el avión presidencial, y los mataron, yo me pregunté cómo reaccionaría la comunidad internacional, si me daría más apoyo para parar la locura que iba a desencadenarse o si, como en Somalia, la ONU utilizaría esas muertes como excusa para huir. Ellos, en cambio, sabían que los belgas se retirarían unilateralmente del país y que eso iba a ser un factor determinante para el resto de mi misión. Los mismos oficiales belgas no entendían por qué les sacaban del país cuando más necesarios eran. Ese es el momento que los radicales ruandeses están esperando para iniciar la masacre. Ellos saben que es el momento. (2)
Siguiendo con nuestro relato cronológico, habíamos dicho anteriormente que, tras el asesinato del Habyarimana, Dallaire había sido convocado a una reunión con toda la cúpula militar del gobierno ruandés. A pocas horas del asesinato del presidente, Dallaire atravesó una ciudad de Kigali en total silencio para asistir a una reunión con los altos mandos del ejército en el cuartel general. En la reunión que Dallaire, Brent Beardsley y el coronel Luc Marchal mantuvieron con los principales dirigentes del ejército y la policía ruandesa, había un claro vacío de poder. El jefe del ejército, Díogratia Nsabimana, había muerto en el accidente y el ministro de Defensa, Jean-Damascène Bizimana, y el jefe de inteligencia, el coronel Aloys Ntiwiragabo, se encontraban en Camerún. Además, ninguno de los militares ruandeses estaba de acuerdo con que Uwilingiyimana se convirtiera en la presidenta en funciones, algo que a Dallaire, por el contrario, le parecía lo adecuado.
En una reunión repleta de desconfianza y muy tensa se decidió que el coronel Marcel Gatsinzi, un moderado, se convirtiera de forma provisional en el nuevo Jefe del Estado Mayor y el país se mantuviera bajo control militar durante un tiempo para luego traspasar el poder a un gobierno civil. Pese a todo, todos convinieron en garantizar la continuación del cumplimiento de los Acuerdos de Arusha y controlar a la milicia con el ejército y la policía. Tras finalizar este encuentro, Dallaire y el coronel Théoneste Bagosora se dirigieron a la residencia del representante político de la ONU en Ruanda, Jacques-Roger Booh-Booh, quien aseguró que organizaría una reunión al día siguiente a las 9:00 de la mañana con los embajadores de Francia, Bélgica y Estados Unidos. Esta reunión nunca se celebraría ya que los embajadores de estos países la cancelaron por motivos de seguridad.
Tanto Booh-Booh, Dallaire y el propio Bagosora habían convenido en que se debía realizar un investigación sobre el asesinato del presidente Habyarimana comandada por UNAMIR y no otro organismo militar o político.
Durante la madrugada, la oficina central de UNAMIR no dejó de recibir llamadas de ciudadanos ruandeses y trabajadores de la ONU solicitando protección. Sin embargo, las tropas disponibles no daban abasto y se priorizó la seguridad de la primera ministra, Agathe Uwilingiyimana y varios políticos de corte moderado, recomendando a los demás permanecer en sus casas o buscar un lugar seguro donde esconderse.
Finalmente, Dallaire pudo contactar con Nueva York para informar de primera mano sobre lo que había sucedido, tras lo cual se le reiteró la orden de que UNAMIR no debía utilizar la fuerza a no ser que fueran atacados. La situación en la ciudad de Kigali empezó a empeorar y las calles empezaron a plagarse de miembros del ejército y guardia presidencial que controlaban los accesos y cruces principales, prohibiendo la entrada al centro de la ciudad donde se encontraba el contingente del FPR. Mientras, los interahamwe comenzaron a ir casa por casa con listas de nombres de ciudadanos tutsi y opositores al régimen. Las llamadas al cuartel general de UNAMIR se sucedían con peticiones cada vez más desesperadas. Los radicales habían iniciado la "opción cero" y se centraban en los políticos hutus moderados y simpatizantes del FPR. Dallaire intentó contactar con Bagosora para pedirle que sus fuerzas controlaran a los radicales y permitieran a las Naciones Unidas hacerse cargo de la situación. Sin embargo, durante horas, le fue imposible contactar con el coronel.
A las 3:10 de la madrugada del día 7 de abril, Luc Marchal ordenó el envío de una patrulla de para-comandos al domicilio de Agathe Uwilingiyimana para protegerla. Además, envío también un segundo batallón a Radio Ruanda donde la Primera Ministra iba a emitir un mensaje de calma a la población, algo que finalmente no ocurrió. Sin embargo, unos minutos antes de las tres de la madrugada, la patrulla de soldados belgas que iba camino del domicilio de Uwilingiyimana fue retenida en un control por la policía ruandesa. El oficial belga se lo comunicó a Marchal además de informarle de que la policía acusaba a las tropas de la ONU de haber derribado el Falcon. Finalmente, la policía ruandesa acompañó a los para-comandos belgas, aunque el trayecto se demoró tres horas. Mientras esto sucedía, junto a los soldados belgas, en las inmediaciones del domicilio de Uwilingiyimana ya se encontraban gendarmes ruandeses y miembros de la milicia interahamwe que empezaron a disparar contra el domicilio de Uwilingiyimana y otras casas colindantes. Desde el interior, la primera ministra telefoneó a los jefes militares y ministros del gobierno pero no encontró la forma de que pararan los ataques. También se puso en contacto con Marchal para preguntar que pasaba con su escolta. Finalmente, la escolta, comandada por el teniente Thierry Lotin, llegó al domicilio de Uwilingiyimana. A los diez militares belgas de la ONU se les añadieron otros cinco soldados de Ghana que se encontraban por los alrededores, además del capitán senegalés Diagne Mbaye y diez gendarmes ruandeses.
Eran algo más de las seis de la mañana. En un clima bastante tenso, los soldados de la ONU se colocaron en el exterior del domicilio de la primera ministra y, desde allí, Lotin llamó a la comandancia belga para informar de que se encontraban en una situación difícil y que en el exterior había tanques, miembros de la milicia y soldados. Todas las llamadas a los jefes militares desde la comandancia de la ONU fueron inútiles. Se habían convertido en prisioneros de los soldados ruandeses que les instaban a que depusieran las armas y se entregaran para ser conducidos al cuartel de la ONU. Lotin recibió la orden de no rendirse e intentar negociar. La situación se tensó aun más y en el exterior se oyó la explosión de un proyectil. Durante el caos producido, según unas fuentes, Uwilingiyimana y su marido salieron fuera e intentaron escapar saltando la valla del jardín. Mientras, en el interior, el Capitán senegalés Diagne Mbaye logró esconder a los hijos de la primera ministra en una pequeña habitación evitando que los radicales los encontraran y salvándoles la vida.
Notas
(1) http://www.veritasrwandaforum.org/publicaciones/africa_llacs_esp.pdf
(2)http://www.fluvium.org/textos/cultura/cul149.htm
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